martes, 27 de septiembre de 2011

Cielos grises, corazones de papel.

Enero 2004:
La primera vez que el vivo color se volvio gris. La primera vez que sentí que se me partió el alma en pedazos. El día atroz que a veces recuerdo y a veces no. Solo recuerdo que una parte de mi murió.
Porque fui ui yo quien encontró el cuerpo tendido en aquel frio suelo de parqué. Fui yo quien gritó y buscó ayuda desesperadamente. Y fui yo quien sufrió más esa pérdida que hasta el día de hoy me atormenta por las noches.
La vida es una sola y hay que vivirla (lo mejor posible) y morir después, pero nadie nos prepara nunca para las muertes ajenas. Nadie nunca te aconseja de no encariñarte demasiado con los demás, al contrario, te alientan a amar incondicionalmente y a dar todo de ti por esa persona... Pero sería bueno también que te enseñaran a soportar el dolor cuando ese a quien amaste ya no está.

Septiembre 2005:
La traición duele pero enseña. El dolor de la traición es comparable al de una pérdida. Porque cuando alguien te traiciona se crea un vacío semejante al de la muerte. Días eternos echado en mi cama, insomnio continuo, falta de apetito, caminatas nocturnas, escondiendo el dolor y expresando el enfado, momentos funestos que con suerte no volverán.
 Una mujer puede ser lo más grandioso en este mundo pero también puede llegar a ser tu ruina. Pero pocas mujeres te dejarán un dolor tan intenso que ni con el paso tiempo podrás curar. Felizmente ese no fue mi caso. Me olvidé de ella a quien quise de verdad. La odie y luego intente ser su amigo. Fallé. Recordé porque la odie y la volví a olvidar.

Agosto 2007:
Nuevamente una mujer. Nuevamente la sensación de soledad. Nuevamente alejado de la realidad. La diferencia es que esta vez sí me encuentro lejos de casa. Me siento como un fantasma, como un alma en pena llorando por la vida infeliz que alguna vez vivió. Días grises... un cumpleaños en llanto. Solo quiero estar en casa, una casa lejana a la que probablemente nunca más volveré a llamar hogar. Solo anhelo un abrazo, pero no hay nadie quien me lo de... ni siquiera alguien a quien pedírselo. Como llegué a esta situación... ya no lo recuerdo. Ni recuerdo cuanto tiempo duró ni cuánto tiempo me sentí sumido en la soledad. Solo recuerdo que el amor es mezquino y que aún no he sabido elegir ni he aprendido como amar.

Septiembre 2010:
Creo que estoy condenado a estar deprimido en esta época del año. Creo que estoy condenado a llorar en vano por alguna mujer a la que en el fondo sabía que me haría sufrir. Soy un masoquista y un iluso buscando el amor donde no lo hay. Lo merezco y ahora sufro por ello.
Nuevamente el agujero en el pecho. Nuevamente las pastillas tomadas a escondidas. Nuevamente las caminatas de noche escuchando música de traición que solo me rompe más el corazón. Nuevamente los recuerdos de una relación fallida que no supe entender.
Estoy condenado a ser un zombi hasta que encuentre el amor nuevamente y me rompan el corazón por cuarta vez.

Septiembre 2011:
La depresión me invade nuevamente. Hace mucho que no me sentía así. Esta sensación largamente apagada y controlada ha vuelto a surgir. No conozco el motivo o tal vez sí. Prefiero no pensar en eso. Solo sé que un nuevo agujero se ha formado en mi pecho y me da pereza llenarlo, sobretodo porque no sé cómo surgió o no quiero recordarlo. Mis pasatiempos se han convertido en dormir, comer hamburguesas o pizza, y mirar películas repetidas en la televisión. Si no fuera por el futbol los fines de semana la vida habría perdido el sentido, o al menos la mía, que si tiene algún sentido es el de dormir, comer y ver televisión barata de madrugada.
Derrotado por la vida, me he abandonado totalmente. No puedo evitar comer, no puedo evitar dormir, pero si duermo mucho me siento aún más cansado y si como en exceso me siento fatal. La vida es agotadora, y mucho más si no tienes nada que hacer. Me siento en un exilio, un exilio que he acogido voluntariamente sin saber muy bien por qué. Cuando salgo de mi casa solo puedo pensar en regresar pero cuando me quedo mucho tiempo acá me dan ganas de salir desesperadamente. No sé lo que quiero y tal vez por eso estoy así. El clima no me favorece, todo está siempre gris. Es eso o tal vez son las lunas llenas de polvo de la ventana de mi habitación que hace mucho me negué a limpiar.