viernes, 1 de julio de 2011

El Egoísta

El Egoísta


Llegué tarde a mi casa después de una larga jornada de trabajo, cansado y con sueño, para encontrar en la máquina contestadora un mensaje de mi papá. Me pedía que le devolviera la llamada, que me quería ver, que siendo feriado al día siguiente, podríamos salir al cine o a comer o simplemente a conversar y a pasar parte del día juntos. Me fui a dormir y lo llamé al día siguiente, sin muchas ganas (sólo para cumplir) y quedamos en vernos en un cine situado en el centro de la ciudad para ver una película popular recien estrenada. Nos sentamos en los lugares que el eligió (como siempre, lo más alejado posible y en una esquina, para asegurarse que ningún desconocido ocupe el asiento de al lado) y nos pusimos a conversar antes de que atenuaran las luces y comenzaran los tan tesiosos avances que siempre provocan un considerable retraso a la función, que con muchas o pocas ansias vinimos a ver. Le comenté sobre mi abuelo (su padre) y de como era un hecho que le iban a conceder la visa y que su llegada se convertiría en una realidad. Le conté con entusiasmo como habían avanzado los trámites y de la felicidad que me embargaba, algo que no es de extrañarse y mucho menos para él, ya que fue mi abuelo quien me crio y educó, y fue muchas veces más padre para mi que él. Todo iba más o menos bien hasta que toqué este tema tan odioso, belicoso y fastidioso como lo es el tema del dinero...

Averiguando con un tio mio, que trabaja en una agencia de viajes, me enteré que lo más barato que podría costar el pasaje serían unos mil doscientos dólares, lo cual, para la fechas que pedíamos, era un precio razonable. Lastimosamente, mi imposiblidad de pagarle el pasaje entero al que sin pensarlo mucho, es la persona a la que más quiero en el mundo, tuve que recurrir a su hijo, a mi padre, al que es menos padre que él, al que quiero pero al que me decepciona de gran manera de tanto en tanto. Asi que le propuse algo sumamente justo y sencillo, además de ser un gesto de amor desinteresado que no nos afectaría en los más mínimo, una acción tan pequeña que hasta casi me llegaría a dar verguenza pedirla, pero, conociendo tan bien al señor que se encontraba sentado a mi lado en esa oscura sala de cine, sabía que lo que diría no sería ni bienvenido ni abiertamente aceptado, no al menos sin alguna señal abierta de protesta o algún pretexto tan pobre como la película que íbamos a ver. Pero sin temor a una respuesta negativa, egoista y escueta, le propuse que le paguemos al menos la mitad del pasaje a mi abuelo, claro esta entre los dos. Trescientos dólares me dije, no es la gran cosa, pero aparentemente mi tacaño y poco generoso progenitor no compartio mi desinteresada y humilde propuesta, contestando de mala gana y un poco ofendido que no estaba en condiciones de desembolsar esa cantidad. Egoísta, fue lo que pensé, mezquino, desagradecido e ingrato,  grite como un maniatico irreflexivo al interior de mi cabeza. No puedo negar que mi indigné, y más aún con la cantidad de pretextos sin fundamento que me dió, los cuales no pienso repetir, dado a que ni siquiera valen la pena pero la realidad es que una vez más, viejo querido y no muy querido a veces, me decepcionas... una vez más.


Una cosa si es cierta, y esa es que hoy día mi viejo me volvió a decepcionar y fortaleció la idea de que él es un egoísta, que en la medida de lo posible sólo pensará en él y ciertos casos... supongo que también en él. 


Papá: Sólo te quiero decir que a pesar de todo y a pesar de ti, te quiero. Pero por favor, date cuenta  que, todas tus acciones, infantiles e inmaduras, miserables e innobles algún día jugarán en tu contra. No le des la espalda a los que se preocupan por ti viejo, y si no piensas en mi, a mi me da igual, ya con los años me acostumbré a no depender de ti en ningún aspecto, pero no seas ingrato con tu propio viejo que te dio todo en esta vida, porque sino, y como ya lo hice, me he visto en la obliagación y en la necesidad de alejarme un poco más de ti. 

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